La Recolección

Todas las tareas propias del cultivo del cerezo culminan con la última y más importante, por su componente económico, que es la recogida.
  Durante los meses de mayo, junio, julio y, en algunas zonas de alta montaña, algunos días en agosto, el valle se torna en un hormiguero gigante donde todos sus habitantes tienen que ver con la recolección de tan preciado fruto, la cereza.

La tarea comienza muy temprano. Las primeras luces del alba encuentran a muchos cereceros en las fincas para dar comienzo a la recogida, ésta se realiza de forma manual, única y exclusivamente.

Las cerezas se recolectan de una en una y son depositadas en pequeñas cestas, elaboradas con cintas de madera de castaño, denominadas vergas.

Una vez llena la cesta se vacía en cajones de plástico, donde son transportadas a los almacenes para su posterior clasificación que corre a cargo de las escogedoras.
 
En esta tarea se procede a seleccionar la fruta, retirando toda aquella que no sirve, y clasificando la cereza comercial por distintos calibres en cajitas de 2 kgs que serán las que soporten el transporte hasta los mercados distribuidores.
Pero volviendo a la recogida se ha de significar que, aunque la forma y manera de recolectar sigue siendo la misma de hace años, ésta ha evolucionado de una forma total al cambiar la forma de transporte, los métodos de aplicación así como la estructura de los árboles.
Antiguamente los accesos a las fincas eran por caminos y veredas y el porteo de la cereza se hacía con animales de carga, generalmente caballerías. La selección se hacía en la misma finca aprovechando la sombra del cerezo y se permanecía en la finca durante todo el día.